Unos pocos, pero extremadamente rabiosos, cuyas acciones han encontrado justificación y eco en los medios de siempre, han andado estos días muy alterados; más que por la venida del Papa, por la cantidad de jóvenes que han respondido a su convocatoria. Pero estos pocos nos han ofrecido algo que los católicos debemos agradecer: muchas gracias por ser los causantes del testimonio de paciencia y elegancia cristiana en nuestros hermanos, hacia las que habéis dirigido vuestra saña. Muchas gracias por producir esas imágenes impagables de monjas y jovencitas como objeto directo de vuestro acoso, recordándonos aquello de «Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa...» Muchas gracias por vuestros gestos obscenos, por vuestras caras desencajadas al borde del infarto, y manifestarnos vuestro odio de modo tan desinhibido, ayudándonos a comprender aquellos tiempos, no tan lejanos, de persecución y muerte a nuestros hermanos.
Gracias a los que han mirado para otro lado cuando se producían todos esos ataques, y a las autoridades que los han propiciado con sus torpes decisiones. Y, cómo no, gracias a esos presentadores y colaboradores de programas televisivos, que no han dejado escapar la ocasión para intentar mofarse del Papa y de los católicos, coreados en sus comentarios por ese público tan libre que llena los platós, dispuestos a jalear lo que les digan. Gracias a vosotros, tenemos más claro cuál es el respeto por las creencias ajenas y el modelo de sociedad que, si pudierais, nos impondríais. Muchas gracias, anti-Papa, porque todo eso nos ha servido para reafirmarnos en nuestra fe y para amar más a la Iglesia y al Papa.
Miguel Ángel Loma. Sevilla
(Carta al Director publicada en Alfa y Omega [749] 1.IX.2011)
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